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El latín eclesiástico tiene la pronunciación exacta del italiano moderno y ningún hispanohablante deberá tener dificultades en lograrla.
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El latín eclesiástico tiene la pronunciación exacta del italiano moderno y ningún hispanohablante deberá tener dificultades en lograrla.
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En cuanto a las vocales, observamos lo siguiente: a, e, i, o, u, son igual que en español, pero además tenemos dos ligaduras, a saber: æ y œ, que antiguamente, en tiempos de los romanos, tenían el valor de ai y oi, respectivamente; mas ahora se pronuncian simplemente como e. Así, ‘cælo’ = che-lo, y ‘pœna’ = pe-na.
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La j en latín eclesiástico es semi-consonante, y tiene el valor de la y en español, es decir, que NO se pronuncia con el espíritu áspero al que estamos acostumbrados. Por ejemplo, cuando vemos en el misal ‘Alleluja’ o ‘Jesu’, decimos Al-le-lú-ya y Yé-su (pero no Llésu).
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La q seguida de u se pronuncia ku. La u nunca es muda como en español, por lo que al leer ‘quotidianum’ decimos kuo-ti-diá-num.
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La g seguida de e o i, tiene un sonido suave, como el de nuestra ll: ‘regina’ = re-lli-na.
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La g seguida de n suena como la ñ española. Así, ‘regnum’ se pronuncia re-ñum.
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La h tiene dos valores en el latín eclesiástico. Los alemanes, por ejemplo, la pronuncian como una j española muy suave; mientras que los italianos la consideran muda. Entonces ‘hodie’ = ó-die.
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La c seguida de e, i, æ y œ, se pronuncia como la ch nuestra: ‘cælo’ = che-lo, y ’sanctificetur’ = sanc-ti-fi-che-tur.
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Las dobles consonantes no se simplifican, sino que se pronuncia la primera y a la mitad se pronuncia la segunda: ‘dimittimus’ = di-mit-ti-mus.
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[Las excepciones son: la doble c seguida de e o i, que se pronuncia c-che o c-chi: 'ecce' = ec-che; la sc seguida de e o i, que se pronuncia che: 'descendit' = de-chén-dit; y la ph y th, cuyos sonidos son, respectivamente, f y t.]
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La letra t seguida por i + a, e, o, u, toma un sonido complejo: ts. Así, ‘tentationem’ se lee ten-ta-tsió-nem.
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